La creencia generalizada de que los problemas de salud mental están íntimamente relacionados con la violencia no tiene base científica alguna.
No es cierto que las personas con trastornos mentales sean más agresivas ni tengan más probabilidades de cometer actos violentos ni delictivos que las personas sin estos problemas.
Tampoco que sean peligrosas para la sociedad. De hecho, ocurre en más ocasiones que estas personas sean víctimas de agresiones, malos tratos y abusos que responsables de un acto violento.
Los sucesos esporádicos en que una persona con trastorno mental comete actos de violencia -bien hacia ella misma (incluido el suicidio), bien hacia su entorno familiar o social-, se deben en su inmensa mayoría a que esta persona no recibe ninguna atención ni apoyo o son escasos. En ocasiones, incluso a pesar de haber realizado esfuerzos por su parte o la de su círculo más próximo por obtener atención sanitaria.
Por eso es fundamental que, en el ámbito sanitario, se realicen seguimientos individuales y continuados en el tratamiento a todas las personas con trastorno mental.
En el ámbito social y cultural, también es vital que los medios de comunicación informen de los problemas de salud mental desde un punto de vista positivo y no excluyente.
Porque relacionar los sucesos violentos con los trastornos mentales no sólo es falso en la mayoría de las ocasiones sino que, además, hace que se perpetúen ideas como que las personas con trastorno mental son violentas, agresivas y que actúan de forma irracional.
Para tenerlo claro
¿VÍCTIMA O VERDUGO?
Tener un trastorno mental no convierte a la persona en alguien más violento. En muchas ocasiones, se confunden las causas reales de una agresión o conducta violenta, relegándola a un problema psiquiátrico cuando puede deberse a otras causas:
- Situaciones de defensa personal
- Problemas socio-económicos
- Consumo de droga
- Violencia de género
- Factores educacionales
En algunos casos, los actos violentos pueden ser consecuencia de una desatención social y sanitaria.