La Asociación FAEMA Salud Mental Ávila nos abre sus puertas para compartir con nosotros los numerosos proyectos en los que andan metidos, así como para acercarnos a un planteamiento asociativo basado en la proyección de una salud mental donde la persona con discapacidad encuentre los apoyos y las herramientas necesarias que le faciliten el mayor grado de autonomía e independencia posibles.
Hablamos con Inmaculada Pose y Mª Elena Rodríguez (aunque todos la conocemos por «Elita»), cabezas visibles de la entidad, la primera como gerente, y la segunda como presidenta de Junta Directiva y madre de una persona con enfermedad mental.
1996 es el año del nacimiento de esta asociación que actualmente es referente en salud mental en la provincia, y donde un equipo de 23 profesionales dan vida e impulso a cada una de sus líneas de trabajo.
«Como viene sucediendo en el resto de entidades los inicios fueron lentos y modestos, con sedes cedidas, pocas contrataciones pero mucho empeño por parte de sus fundadores, los familiares, y también de los profesionales que se han ido añadiendo el proyecto», nos resume Inma.
Elita reconoce que el motor que les impulsó en esta idea «siempre ha sido conseguir lo mejor para nuestros familiares, que son los que necesitan la ayuda, pero también para nosotros que nos encontramos con situaciones muy difíciles de entender y de saber cómo convivir con ellos y ayudar a nuestros seres queridos».
Hogares para la autonomía
Una de las grandes apuestas de esta asociación ha sido el recurso de las viviendas supervisadas. «Empezamos con una en régimen de alquiler, a la que sumamos otra cedida por el Ayuntamiento«, nos explica Inma, «pero la última y mayor apuesta ha sido la adquisición de una nueva que ha sumado ocho plazas», lo que eleva a un total de siete el número de inmuebles y 34 las plazas en funcionamiento actualmente en FAEMA; «todas en propiedad salvo el inmueble cedido por el Consistorio».
Miguel Herráez es el coordinador de viviendas en la entidad desde 2014, y nos explica que todas ellas están completas «y tendríamos la posibilidad de ampliar en número porque existen peticiones». Y es que el éxito de este recurso es que se centra en la promoción de la autonomía de sus usuarios, además de apoyar la gestión de su tiempo libre.
«En este tipo de recursos destaca que el trabajo que realizamos con ellos para desarrollar habilidades de la vida diaria se realiza en su hogar, en su entorno, no en un sitio simulado, lo que refuerza el estímulo y mejora la respuesta en estas personas», nos comenta Miguel.
Otra de las características del trabajo que desarrolla el equipo de viviendas de FAEMA es la programación de intervención individualizada «basada en una serie de items centrados en hábitos de vida saludable, potenciando su sociabilización y, sobre todo, el área del tiempo libre en entornos normalizados».
Una calidad de atención que corre de boca en boca «y que motiva que en numerosas ocasiones los usuarios de la asociación te paren en el pasillo para recordarte que están en lista de espera para una plaza».
Y es que el objetivo final de este tipo de intervenciones es que consigan su plena autonomía, o bien reducir en lo máximo nuestro nivel de apoyo pudiendo limitarse a llamadas telefónicas periódicas para saber cómo les van las cosas en sus respectivos domicilios.
Una de las personas que forma parte de esta familia dentro de las viviendas es Jesús García, quién a partir de perder a sus padres entra en contacto con la entidad «en una situación muy mala por lo que al principio aguante aquí poco pero después regresé y ya no he dejado de venir».
De hecho hace ya dos años que vive en la vivienda llamada La Fortaleza, «junto a otros cinco compañeros». «Allí contamos con el apoyo de una profesional, María, que nos supervisa, nos apoya y nos orienta», nos explica Jesús, «en las tareas cotidianas que requiere una casa».
Su estancia en este tipo de viviendas ha sido la ayuda que necesitaba para muchos aspectos de su vida y su salud, tanto mental como física. «Llegué como muchos miedos, mucha timidez, con 117 kilos de peso y un bastón para poder andar», relata con total sinceridad Jesús, «pero ahora he bajado 12 kilos, me relaciono perfectamente con mis compañeros y además formo parte del equipo de atletismo de FAEMA». Un ejemplo clarísimo de la importancia y el beneficio de este tipo de recursos en personas con problemas de salud mental.
Por su parte, María José Galán lleva quince años en contacto con la entidad «desde que ví un cartel en la consulta de salud mental y cuando conocí en mi primera visita a Inma, quien fue muy amable conmigo». Al igual que Jesús esta mujer también vive en una de las viviendas de la asociación, «donde podemos sentirnos a gusto porque vivir con gente que te puede entender en más fácil, aunque no quiere decir que hablemos sobre nuestras enfermedades que para eso está el psiquiátra», explica María Jesús.
Las necesidades en este tipo de recursos siguen creciendo, «por lo que está previsto que la Junta Directiva valore la posible compra de una nueva vivienda para el último trimestre del presente año», nos anuncia Inmaculada.
Y es que nuestra asociación FAEMA Salud Mental tiene muy claro su función y sabe que el trabajo de la entidad debe centrarse en dar respuesta siempre a las necesidades de cada momento, apostando por una forma de trabajo donde nos «acercamos a los diferentes agentes que intervienen en nuestro entorno, como centros de salud, gerencia de servicios sociales, unidad de salud mental, centros escolares, entre otros, y tratamos de formarles e informarles sobre quiénes somos, qué hacemos y qué necesidades tenemos de ellos».