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Acoso laboral y sus efectos en la salud mental

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Acoso laboral y sus efectos en la salud mental

El acoso laboral en personas con discapacidad es uno de esos temas poco estudiado, analizado y cuantificado. Una situación que de por sí ya es grave pero que, unido a la discapacidad, ve incrementado su efecto devastador en la ‘víctima’ tanto a nivel físico como emocional. Tres testimonios valientes han querido compartir su experiencia para ponerle voz y poner en la palestra  una realidad invisibilizada.

Según los barómetros Cisneros I y II, se estima que un tercio de los trabajadores se ha encontrado alguna vez en una situación de moobing y entre el 12 y el 16 por ciento sufre acoso psicológico en el trabajo en el momento en el que se realizaban las entrevistas para elaborar el informe. Además, se desprende que lo habitual es que la víctima no reconozca la situación, peor aún así aproximadamente la mitad de ellas presentará cuadros de afectación con manifestaciones psicológicas y/o físicas.

Datos a los que se suma que en España, un 5 por ciento de los acosados que presenta síntomas considera que el suicidio es una posible solución. Por sexos, la diferencia apenas es significativa aunque con algo más de frecuencia hacia la mujer.

Nuestra legislación de Seguridad y Salud en el Trabajo carece de una regulación básica sobre los riesgos que comporta para la salud mental sufrir mobbing en el puesto de trabajo. No obstante, la doctrina se encamina a reconocer los problemas de salud mental como accidentes de trabajo si la baja laboral determinante de la Incapacidad Total del trabajador es debida a una patología causada por el ambiente y las condiciones de trabajo (Sentencia SOCIAL Nº 1683/2017, Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Sala de lo Social, Sección 1, Rec 1607/2016 de 01 de Junio de 2017; Sentencia SOCIAL Nº 2957/2017, Tribunal Superior de Justicia de Galicia, Sala de lo Social, Sección 1, Rec 5383/2016 de 26 de Mayo de 2017; Sentencia Social Nº 4795/2015, Tribunal Superior de Justicia de Galicia, Sala de lo Social, Sección 1, Rec 3473/2014 de 10 de Septiembre de 2015).

Si analizamos concretamente el acoso laboral en personas con discapacidad, nos tomamos de nuevo con un número escaso de estudios aunque los que existen (informe elaborado por la International Labour Organization) nos indican que este colectivo tiene más probabilidades de experimentar violencia y acoso relacionados con el trabajo. Por tipología, la intimidación y el abuso verbal son los tipos de violencia más notificada por las personas víctimas con discapacidad, a menudo vinculado a estereotipos negativos acerca de su productividad.

Si nos centramos en las personas con discapacidad psicosocial nos encontramos con el mito de la peligrosidad como arma utilizada para ejercer el acoso. Además, los actos de violencia en el entorno laboral en personas sin discapacidad pueden conducir a la aparición de las mismas como ansiedad, depresión y trastornos de estrés postraumático. Situaciones que generan un especie de círculo que perpetua la situación de violencia y acoso hacia la persona víctima.

Para Begoña haber sido víctima del acoso laboral le ha supuesto desarrollar un estrés post traumático cronificado. «Al principio no sentía nada, no te das cuenta de casi nada. No entiendes qué está pasando, el porqué», relata esta mujer para quién aún el proceso de superación sigue abierto. Acudir a su puesto de trabajo despertaba en ella sentimientos de «pánico, miedo; no comía, acudía temblorosa, no dormía…».Begoña acoso laboralEn su caso, descubrir una conducta ilegal de una compañera que lo realizaba con el consentimiento y encubrimiento del responsable supuso el inicio del fin. «Ella y el encargado y otros cuantos empezaron a prohibir a los compañeros que hablaran conmigo, que me ayudaran en las tareas del trabajo… hasta el punto de que cruzarme con ellos me hacía sentir pánico«. A pesar de comunicar la situación a sus superiores e incluso a los sindicatos, la realidad es que nadie puso solución al acoso hacia Begoña. «Para mí el despido por deslealtad a la empresa fue lo más graves porque yo siempre fui una persona implicada al 100 por cien con mi trabajo». Un acoso que se ha llegado a prolongar incluso fuera del trabajo «porque ella vive cerca de mi casa y ha llegado a escupirme en la calle».

El motivo de la baja fue depresión, pero en ningún momento se contempló como causa el acoso laboral. «Fui al de cabecera y le conté todo lo que estaba viviendo en la empresa porque estaba en un estado que no podía decir vengo porque estoy un poco bajita de moral, no, fui destrozada, literalmente destrozada». A pesar de que la medicación pudo ayudar a calmarle al principio, Begoña también relata que jugó un papel importante en la pérdida de fuerzas para poder luchar por sus derechos.  «Más que medicación yo la palabra que considero que  necesitaba es ayuda, pero bueno, y luego a los tres días de la baja el despido…. pues aquello ya fue, igual que si te abren en canal».  Nos cuenta que jamás pensó «que un cuerpo pudiera sufrir tanto, que pudiera tener tantas lágrimas…».

Ahora se siente preparada «me ilusiona poder contar mi situación; y hacer una denuncia pública, que es un paso muy importante para mí, me hace sentir viva». Ella aconseja a cualquier persona que esté viviendo algo similar que «lo denuncie y nunca tire la toalla». Su testimonio nos recuerda que el reconocimiento social ante un desconsuelo semejante es clave para que las personas que sufren moobing, o cualquier otro tipo de abuso, puedan continuar con sus vidas. «Es un sin avanzar (…) Es muy fuerte. Lo que estoy sufriendo ahora mismo se podía haber evitado. He hecho un poder por estar, pero no he estado. Sientes un vacío muy grande en todos los sentidos. El día a día me lo recuerda. Es mucho dolor de continuo. Hoy estoy sorprendida porque tenía ganas de estar bien (…) Hoy he escuchado música y hasta yo misma me sorprendo y me alegro».

La denuncia también llega algo ‘tarde’ para Ricardo (nombre ficticio) de 61 años, quien relata que su acoso comenzó casi desde que empezó a trabajar con 14 años. «Al ser tan joven accedía a todo lo que me mandaban lo que terminó por favorecer que se rieran de mí y que muchos compañeros, que tenían un miedo atroz al jefe, descargaran todas su frustraciones conmigo». A ello se sumaban los insultos y humillaciones del propio jefe hacia Ricardo.

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Con el paso del tiempo, la empresa comenzó a no ir bien, «y lo que empezó con retrasos en el pago de la nómina, pasó a tenernos sin trabajo y sin dinero esperando a que nos fuéramos nosotros de la empresa y no tener que hacernos el despido», momento en el que reconoce que empezaron sus problemas psicológicos.

Finalmente Ricardo encontró otro trabajo en Madrid, donde las cosa tampoco fueron todo lo bien que esperaba. «Aquí el acoso comenzó por mi manera de vestir, la presión de los objetivos o de irte a la calle, amenazas de las personas a las que tenía que reclamar los pagos por morosidad…». A pesar de un cambio en el área de la empresa, a la zona de oficina «comencé a tener problemas con una compañera y las presiones del jefe sobre si hablaba con ella y mi forma de vestir de nuevo». El estrés, la mala comida, miedo al poco descanso, todas estas circunstancias provocaron «tener alucinaciones y un bloqueo que me impedía hacer bien mi trabajo».

Ricardo reconoce que contó con el apoyo de su entorno y amigos pero él pensaba «que por alguna circunstancia lo tenía merecido y ya no me atrevía a salir de casa, no me cuidaba ni dormía, y ante tanto dolor llegué a tener un intento de suicidio«.

Quien también ha vivido una experiencia durísima «cerca de 18 años» es María (nombre ficticio), que a pesar de reconocerse como una mujer «de carácter y no haberme callado nada y haber protestado si era necesario», se convirtió en otra víctima del acoso laboral. Trabajó en una multinacional con plantillas principalmente formadas por hombres «que me machacaron y degradaron mi nombre dejándome por los suelos». Descalificaciones hacia su valía como profesional incluso «llegar a meterme piezas en la mochila para que pareciera que había robado» fueron algunas de las agresiones que tuvo que soportar.

«Tanto repetírtelo te los crees; crees que eres una inútil, que eres una vaga, que no vales para nada y que todo lo que todas lo ‘jodes'». María nunca encontró el apoyo de nadie de manera oficial «porque algunos compañeros sí que reconocían que se pasaban mucho conmigo», pero no la defendieron nunca.

A pesar de que pudo pasar a otro puesto, esta mejoría «Fue como cuando mantienes una cuerda en tensión y de repente la aflojas y cae hacia el suelo. No podía quejarme después de aquella mejoría, así que empecé a darme cuenta del sufrimiento acumulado todos esos años».

La dimensión de la situación y de estar siendo víctima de acoso laboral sólo llegó «cuando estallé en la consulta de mi médico y me dieron la baja«. María reconoce que aún hoy «no lo he superado, sigo teniendo pesadillas y si pienso en el ambiente laboral me entra el pánico, llegando incluso a pensar en el suicidio«. Tampoco la reincorporación al terreno laboral ha sido posible hasta la fecha, «hice prácticas trabajando con personas con Alzheimer y el trabajo me encantó, pero sólo pensar en el ambiente laboral me daba pánico no pude terminarlas de forma presencial». María conseja a cualquier persona «denunciar y pedir ayuda a los sindicatos, a asociaciones o al recurso que sea».

Todos estos testimonios ponen sobre la mesa la importancia que juega el contexto social en la aparición de problemas de salud mental, y la necesidad de poner en marcha mecanismos más allá de lo individual para mejorar de la calidad de vida de las personas desde una mirada colectiva al sufrimiento psíquico.

Comentario
  • Laura

    El acoso laboral es un delito igual que el escolar o el sexual.
    Las víctimas necesitan ayuda personal, psicológica y legal para poder superar ese acoso y las consecuencias en muchas ocasiones dramáticas que conducen al suicidio

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