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Suicidio en mujeres con discapacidad: una lucha que merece ser escuchada

Hoy ha tenido lugar el XV Encuentro del Observatorio sobre Feminismo y Discapacidad, bajo el título «Suicidio en las mujeres: una lucha silenciosa”, organizado por la Fundación CERMI Mujeres con el apoyo del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 y el Instituto de las Mujeres (Ministerio de Igualdad), en el que ha participado la presidenta de nuestra Federación y patrona de la Fundación CERMI Mujeres, Elena Briongos

Con su intervención ha tratado de poner voz a una realidad silenciada: el suicidio en mujeres con discapacidad, denunciando la invisibilidad de estas mujeres en las políticas públicas y en los recursos de prevención, a pesar de estar sobrerrepresentadas en factores de riesgo como la violencia, la precariedad o el aislamiento. Elena Briongos ha reivindicado la necesidad de incorporar una perspectiva interseccional en la lucha contra el suicidio, con recursos adaptados, formación profesional y financiación estable para proyectos como JULIA. Su mensaje es claro: sin escuchar a estas mujeres, sin contar con su experiencia, la prevención del suicidio seguirá incompleta. Esta ha sido su intervención:

Quiero comenzar reconociendo algo: cada vez que nos enfrentamos a esta realidad, nos toca un lugar muy profundo. Porque el suicidio es eso: una grieta abierta en nuestras vidas, que habla de sufrimiento, de soledad, de heridas no escuchadas. Y si no nos atrevemos a nombrarlo, no podremos hacerle frente.

En nuestra cultura, hablar de muerte ya es difícil. Pero hablar de suicidio es casi una transgresión. Y si encima sumamos a esa palabra la palabra “mujer”, y añadimos “discapacidad” o “salud mental”, entonces entramos en un terreno de absoluto olvido y desatención.

Las mujeres con discapacidad estamos sobrerrepresentadas en los factores de riesgo del suicidio: violencia, precariedad económica, aislamiento, abuso institucional, diagnósticos estigmatizantes. Pero estamos infrarrepresentadas en las políticas, en los estudios, en los planes de prevención.

Por eso digo que esta lucha es silenciosa. No porque no gritemos. Sino porque nadie escucha nuestros gritos.

Desde nuestro Movimiento Asociativo llevamos años trabajando con mujeres en los territorios donde más silencio y más soledad hay: en nuestros pueblos, en lo rural. Allí nació, por ejemplo, en Castilla y León, el Proyecto JULIA, que ha demostrado cómo tejer redes entre mujeres puede salvar vidas.

JULIA no es solo un taller. Es un espacio donde muchas mujeres han dicho por primera vez: «yo también sufro», «yo también he pensado en rendirme», «yo no estoy sola».

Y desde ahí, desde la palabra, desde el vínculo, empezamos a sanar.

Desde nuestras asociaciones también ponemos en marcha grupos de ayuda mutua para personas supervivientes del suicidio: familiares, amigas, personas que han vivido esa pérdida traumática. Ellas también necesitan ser escuchadas, reparadas y acompañadas.

Porque cuando alguien se suicida, muchas otras personas quedan heridas.

El reciente Plan de Acción para la Prevención del Suicidio 2025-2027 es un paso necesario. Pero tiene que mirar a las mujeres con discapacidad, de frente. Tiene que escucharnos cuando decimos que la prevención no puede quedarse en un número de teléfono o en una campaña generalista.

Necesitamos formación con perspectiva de género. Necesitamos recursos en el rural. Necesitamos profesionales sensibilizados. Y necesitamos financiación estable para sostener los proyectos que ya están funcionando.

En este contexto, quiero hacer una mención especial al servicio 024, la línea de atención al suicidio. Valoramos la voluntad institucional de ofrecer una respuesta inmediata a una problemática tan grave como el suicidio.

Quienes formamos parte de estas asociaciones acumulamos décadas de experiencia, de trabajo de proximidad, de acompañamiento comunitario y de intervención en crisis.

La coordinación entre entidades es necesaria para aprovechar todo ese conocimiento acumulado, y puede derivar en una atención más eficaz, más empática y más conectada con la realidad de las personas que más lo necesitan. Creemos que una atención al suicidio verdaderamente eficaz debe estar construida desde la pluralidad, incluyendo a profesionales, familiares, personas con experiencia propia, y organizaciones que, como las nuestras, llevamos años construyendo tejido, redes y cuidados.

Solo desde la colaboración real y el reconocimiento mutuo podremos construir servicios que estén a la altura del sufrimiento y la dignidad de las personas.

Desde nuestra experiencia, propongo:

  • Incluir en todas las estrategias de prevención del suicidio medidas específicas para mujeres con discapacidad.
  • Financiar de forma sostenida los programas que han demostrado su impacto positivo.
  • Impulsar campañas de sensibilización que aborden el suicidio desde la interseccionalidad: género, discapacidad, salud mental, ruralidad.
  • Formar a profesionales en escucha activa, empoderamiento y enfoque comunitario.

Hoy quiero alzar la voz por todas esas mujeres que están en ese punto exacto donde la vida y la muerte se miran de frente.

Y decirles que sí hay red. Que sí hay escucha. Que sí hay futuro.

Pero ese futuro no puede construirse sin nosotras. Porque sin nosotras, sin nuestras voces, sin nuestra experiencia, la prevención del suicidio seguirá estando incompleta.

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